"No Molestar": La Regla de los 20 Minutos o Cómo Nos Damos un Respiro (Antes de Explotar)
- Ricardo Rojas Garcia
- 7 jul
- 2 Min. de lectura
"Regla de los 20 minutos" La idea es que, al llegar a tu santuario (alias "tu casa"), tienes un periodo de gracia de 20 minutos donde eres intocable.

¡Ah, la sabiduría popular! O, en este caso, la sabiduría que alguien tuvo que ponerle un nombre para que nos diéramos cuenta de que la necesitábamos. Hablamos de la "regla de los 20 minutos", que, si lo entendí bien, es básicamente un "¡Por favor, no me jodan por los próximos 20 minutos!" elevado a categoría de principio de vida.
Esta regla es un salvavidas para esos momentos en que llegas a casa con la energía de un trapo mojado, listo para implosionar si alguien te pide el más mínimo esfuerzo. Es el equivalente adulto de ponerle pausa a la vida antes de que te dé un ataque de ansiedad por ver el calcetín tirado en el pasillo.
La idea es que, al llegar a tu santuario (alias "tu casa"), tienes un periodo de gracia de 20 minutos donde eres intocable. Ni preguntas, ni peticiones, ni siquiera miradas de reojo. Es tu tiempo sagrado para despojarse de la mochila invisible de dramas laborales, correos electrónicos urgentes y el tráfico infernal. Durante esos gloriosos 20 minutos, eres libre de:
Mirar al infinito con la boca abierta.
Dejar caer las llaves en cualquier lugar, porque el futuro tú se encargará de encontrarlas.
Revisar TikTok compulsivamente sin culpa.
Básicamente, existir en un estado semi-vegetativo que te permita recalibrar tu humanidad.
Lo que realmente sorprende no es la regla en sí, sino que necesitemos que nos la expliquen. ¿Acaso la humanidad ha llegado a un punto donde no sabemos cómo no gritarle a nuestros seres queridos apenas cruzamos la puerta? ¿Necesitamos un manual para entender que, a veces, solo queremos que nos dejen en paz?
Claro, porque seguro que nuestras parejas e hijos están súper conscientes de nuestro estado mental cuando volvemos de la jungla del asfalto. "Oh, mira, papá llegó y tiene esa mirada de mil yardas, ¡seguramente necesita que le cuente con lujo de detalle cómo me fue en la escuela!". ¡No, pequeño Timmy, solo quiero 20 minutos de silencio absoluto antes de fingir interés en tus dibujos de unicornios!
Así que, gracias por recordarnos que está bien ser un poco egoístas con nuestro tiempo de "descompresión". Ahora solo falta que la implementemos sin que parezca que estamos evitando nuestras responsabilidades... o que nos manden a dormir al sofá.
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